Sefarditas

Por Isaac Sacca , Gran Rabino Sefardí

Buenos Aires – 2018

Continuación del Artículo Sefarditas

Primero a las grandes similitudes en el rito religioso y la pronunciación del hebreo que los sefardíes guardan con las poblaciones judías de los países del Medio Oriente.

Segundo, el hecho de que los sefardíes, al emigrar de España, se convirtieran en líderes religiosos y culturales de las poblaciones judías locales, plasmando la herencia sefardita, generó también que estas poblaciones se autoreconocieran como sefarditas.

Tercero, los sefardim de todo el mundo tienen en común el haber pertenecido o estar en fuerte contacto con el idioma y la cultura árabe islámica. Ese fenómeno genero un vínculo cultural muy fuerte entre los judíos de la península y el mundo árabe, a tal punto que se identificaban como una misma facción del pueblo judío. Por cierto, España hizo florecer a las figuras más grandes del judaísmo dentro de la cultura árabe islámica: Maimónides, Yehuda Halevi, Bajie Ibn Pekuda, Ibn Ezra, Ibn Gabirol. No cabe duda que de ese grupo Judío de influencia árabe, los de la península eran los guías .

Cuarto, la tradición halájica – religiosa-legal – de los judíos de todo el mundo árabe se remonta a las mismas fuentes halájicas, principalmente a los codificadores y legisladores halájicos centrales del judaísmo, tres rabinos de la tradición española: el Rif (Rabí Isaac Alfasi), Maimónides  y Rabí Yosef Caro.

De hecho esa fue la respuesta  de mi maestro el Gran Rabino del Estado de Israel el Rab Ovadia Yosef al rey Juan Carlos de España cuando le preguntó cómo puede ser que hay tantos sefarditas en Israel, a lo que el Gran Rabino respondió que se debe a causa que las normas judías de todos las comunidades de  oriente, se guían según las normas de los sabios sefarditas de la Península Ibérica de España).

Y por último, ha influido también obviamente, el hecho que las decenas de miles de judíos emigrados y expulsados de España se hayan dirigido mayormente a esas tierras y se han mezclado con la población local. 

La clasificación más exacta de la población judía de esas zonas que no son España, pero que pasaron a ser considerados sefardíes , es de  mizrajim (orientales del hebreo  מזרחים) o edot hamizraj   (comunidades e oriente) para reservar el término «sefardí» haga alusión exclusivamente al vínculo con la Península Ibérica, ya que Sefarad es el término geográfico que aparece en la Biblia en el libro de Ovadia , y fue utilizado desde siempre para designar a la Península Ibérica entre los hebreos.

Los judíos de muchas ciudades de antiguo Imperio Otomano y África, han incluso incorporado el idioma español que trajeron los judíos de España con la expulsión de 1492, y se ha mezclado con algunos vocablos locales dando lugar a dialectos judeoespañoles como el Jaquetilla en Marruecos y el Ladino en Turquía. 

En Argentina, existen tres grandes congregaciones llamadas sefarditas, de las cuales dos son de idioma árabe de Siria  y una de idioma Ladino de Turquía y sus alrededores. Esta última constituye la mayor comunidad judía sefardí del mundo de habla hispana.

La expulsión de 1492

Loa judíos vivieron en la Península Ibérica durante más de 1500 años, previo a la llegada de los cristianos y los musulmanes, de hecho todavía no existían esas religiones cuando los hebreos ya estaban organizados en la Península. Allí afianzó tanto sus raíces que ellos y España formaban un solo ente.

Se generó una comunidad rica desde todos puntos de vista: religiosa, económica, cultural, científica, familiar y social, y los judíos pudieron desarrollarse de manera exponencial como nunca lo hicieron en ningún otro país.

Los sabios rabínicos científicos y pensadores y más grandes de la historia del pueblo de Israel surgieron en los reinos de la península ibérica. Ejemplos de ello son Maimónides, Najmánides, Rabí Shelomó ibn Gabirol, Rabí Yehuda Haleví, Rabí Shelomó ben Aderet de Barcelona (El Rashbá), Rabí Isaac Abarbanel, Rabí Isaac Cardoso, Rabí Yosef Caro (autor del código Shulján Aruj), Rabí Shelomó ben Semaj Duran, Rabí Bajei ibn Pakuda, Rabí Ioná de Gerona, Rabí Yosef Benveniste de Segovia, Rabí Itzjak Caballero, Rabí Hasdai Crescas, Rabí Abraham ben Meir ibn Ezra de Calahorra, Rabí Shelomó Amarillo y muchos sabios más.

La lista puede abarcar varios libros de miles de páginas con solo nombres de los sabios de más alta erudición religiosa,sin contar los médicos, filósofos, ingenieros, artesanos, contadores, comerciantes, constructores, funcionarios reales y trabajadores de todo tipo.

Los sefardíes nunca aceptaron la expulsión de España en 1492. No podían creer que los Reyes Católicos los estaban echando, tampoco estaban convencidos de que el pueblo lo deseaba, sospechaban que había algo detrás de esa decisión que trascendía su capacidad de comprensión. Nunca creyeron que los monarcas y el pueblo fueran los impulsores de su expulsión, sentían que había intereses ajenos, personas malvadas, envidiosas y fundamentalistas que rechazaban a quienes no creían como ellos y que estaban sedientas de sus pertenencias, tan dispuestas a apoderarse de ellas que orquestaron la tragedia.

Confiados en Dios, abandonaron la Península Ibérica en silencio, con la idea de que algún día el edicto firmado por los Reyes sería revocado.

Muchos fingieron convertirse al catolicismo, pensando que pronto la pesadilla pasaría y podrían volver a sus creencias, pero esto no sucedió hasta después de varios siglos y cuando ya se había puesto en desuso la expulsión, los descendientes de esos judíos ya eran católicos devotos y desconocedores de su ascendencia y tradición, otros permanecieron ocultos varios años convirtiéndose en criptojudios.

Los judíos – a pesar de la expulsión y episodios de agresión por parte las masas incultas y personajes cultos  contra ellos –  nunca guardaron rencor hacia España, todo lo contrario, vivieron llenos de añoranza y nostalgia hacia la Península de sus vidas pasadas.

Ley de concesión de nacionalidad a sefardíes originarios de España 

Hoy, más de 500 años después, se cumple el sueño de aquellos sefardíes expulsados. 

El 22 de noviembre de 2012, en un acto celebrado en la Casa Sefarad-Israel, , el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón y el de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, anunciaron que era intención del gobierno de España desarrollar y promulgar una norma concreta que regulara la adquisición de la nacionalidad española para los sefardíes, siempre y cuando acreditasen tal condición. El anuncio fue acogido con inmenso júbilo por todos los sefardíes del mundo virtud de la  expulsión de  sus antepasados de España y de esta manera resarcir la experiencia sufrida por quienes eran súbditos de La Corona Española al igual que el resto de los habitantes de aquel entonces.

La Ley 12/2015, de 24 de junio, en materia de concesión de la nacionalidad española a los sefardíes originarios de España,​ conocida popularmente como la Ley de Nacionalidad Española para los sefardíes es una ley del ordenamiento jurídico español, aprobada por el Congreso de los Diputados el 11 de junio de 2015, durante el mandato de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno.

La Ley requiere que el interesado demuestre los vínculos con la España sefardita de antes de la expulsión. 

En Argentina el Gran Rabinato Sefardí, posee por autoridad del Rey Felipe VI,   el Gobierno Español y la Federación de Comunidades Judías de España, la función de emitir certificados válidos a los efectos de iniciar el tramite de obtención de la ciudadanía.

La filosofía  Sefardí

Desde el punto de vista cultural e ideológico, el judío sefardí personifica una combinación bendita para la sociedad.

Los sefardíes eran profundamente religiosos y observantes de la Ley Mosaica: la Torá.

Rechazaban todo elemento supersticioso que el vulgo solía incorporar a las creencias.

Además, eran sumamente abiertos para con otros cultos y religiones. Buscadores de la verdad científica sin censura y amantes del debate y la apertura mental, se sentían parte integral del pueblo judío, la nación española y el mundo.

La ley judía milenaria, aquella que no ha sido reformada, es precisamente la que los sefarditas guardaron siempre y sus rabinos se encargaron de enseñar. No tenían la necesidad de reformar la ley de Moisés, ya que poseían una capacidad intelectual y psicológica que les hacía comprender la ley y la vida con amplitud y perspectiva. 

Los sefarditas no utilizan el vocablo “ortodoxo”, ya que nunca existió un sistema social que pretendiera dividir la religión judía en original entre ortodoxa y reformada, a diferencia de las comunidades donde el Iluminismo generó en las comunidad judías: el laicismo, la reforma y el sionismo laico que generaron un plan para cambiar las milenarias tradiciones del judaísmo y adaptarlas a las tendencias en boga.

Allí , -en zonas donde se produjo un cambio radical del oscurantismo al iluminismo  -, los judíos que mantenían la tradición milenaria tuvieron que autodenominarse contra su voluntad “judíos ortodoxos” (este termino apareció por primera vez entre los judíos de Hungría), para destacar que ese grupo seguía fiel a la milenarias tradiciones y no se conducían con la nueva y reformadas ideas quesurgieron principalmente en Hamburgo, Alemania y luego se diseminaron por el resto del continente. Por otro lado, incluso los judíos que seguían  la tradición original, ahora conocidos como ortodoxos, sufrieron  consecuencias de ese brusco cambio de los guetos a la libertad.

La reacción del sefaradí, se diferenció mucho a la los judíos que vivían en zonas de brusco cambio de un mundo oscurantista a uno iluminado y liberal, por ser que los sefarditas no estaban en sus tierras bajo la influencia del oscurantismo medieval. Esta diferencia se manifiesta en dos aspectos, el halájico ( religioso-legal)  y el social.

Respecto a lo halájico, el sefaradí, , al enfrentarse con la las nuevas corrientes liberales no generó una reforma religiosa o un laicismo judío, sino siguió fiel a su tradición milenaria adaptándose a la modernidad sin renunciar a su herencia. 

Muchos sectores judíos de las zonas donde el iluminismo impactó bruscamente que también  siguieron fieles a la tradición judía y halájica, a causa  el trauma con  la reforma generaron una reacción anti cambio y anti moderna [lo que es definido por muchos como «ortodoxia»]. Esto conllevaba- ante la aparición de alguna cuestión a definir su relación con la religión en la sociedad   -por el progreso de la ciencia por ejemplo-  a prohibir muchas veces , lo que realmente era permitido, por causa de que si se permite algo nuevo que antes no existía, podría dar un mensaje conciliador con el movimiento reformador que surgió en a causa del iluminismo, que  había destruido las bases tradicionales del judaísmo y fomentado el abandono de la religiosidad. 

En cambio, el sefaradí, al no vivir el trauma del iluminismo – lo mismo que los judíos de Italia y algunos otros Estados-, continuó la naturalidad halájica encarando cada nueva cuestión y dilema para la ley religiosa de forma puntual y abierta  sin prejuicios, aceptando ciertos cambios del mundo moderno tras haber pasado el filtro del análisis halájico y teológico. No era un problema religioso para el sefardí entender que las nuevas realidades sociales y tecnológicas requerían una respuesta halájica que antes nunca se dio. 

Si entendemos ortodoxia como fidelidad halájica, los sabios sefaradim son ortodoxos, pero si entendemos a la ortodoxia como una «actitud retrograda» halájica y tradicional frente a la «amenaza» de la reforma, el judaísmo sefaradí no es «ortodoxo».

Respecto a lo social, mientras esas zonas afectadas por el iluminismo vivió una gran ruptura comunitaria y se comenzó a separar en diversos grupos ideológicos, desde los reformistas hasta los ultraortodoxos, en el judaísmo sefaradí nunca se vivió ese quiebre de la comunidad tradicional y sus individuos siguieron mancomunados dentro de la misma a pesar de sus diferencias respecto a las observancias religiosas. En una sinagoga sefaradí (no solo étnica , sino culturalmente) uno puede encontrar rezando un meticuloso y ferviente devoto de la religión y los mandamientos junto a un judío que no observa ni el sábado ni el cashrut. Esto se debe, en parte, a una mutua cooperación entre todos los integrantes comunitarios de no atentar contra esa unidad tradicional. Los no observantes respetan  la tradición y a los Rabinos, y a su vez, los Rabinos y observantes  les dan lugar a los no observantes, así todos terminan teniendo una misma identidad y fraternidad comunitaria.

Los aspectos halájico y social del mundo sefaradí están íntimamente relacionados. Mientras que el posek (rabino legislador halájico) ortodoxo de esas áreas expuestas al iluminismo dictamina sus normas halájicas para un público principalmente observante e incluso estrictamente observante, el posek sefaradí tiene en cuenta que dentro de su comunidad hay también individuos no tan meticulosos en el cumplimiento halájico no tan comprometidos y eso lo incentiva a buscar establecer una norma halájica más accesible y permisiva, dentro del marco legal oficial de la halajá. En este sentido, y en muchos más, el rabino sefaradí por excelencia de nuestra era fue el Gran Rabino Ovadia Yosef que desarrolló toda una halajá teniendo en cuenta los cambios del mundo moderno, la debilidad de compromiso halájico por parte de muchos miembros comunitarios, estableciendo normas lo más accesibles posible a la nueva realidad del mundo.

El Iluminismo,no alteró la religiosidad sefardita, ya que siempre vivieron en un estado de iluminación combinado con religiosidad.

Es verdad que a algunos solo les quedó el folclore, la música y la comida, pero muchos otros, no solo han preservado una tradición superficial, sino también han procurado por generaciones mantener la esencia filosófica y religiosa de los sefardíes. Incluso muchos no sefarditas de  hoy, como la mayoría de los judíos observantes y ortodoxos de Estados Unidos, han adoptado el estilo filosófico del sefardí.

Ser sefardí es tener una visón cosmopolita de la vida, el apego a la religión judía sin acomodamientos, la apertura al diálogo, el respeto hacia la mujer, la valoración primordial de la familia,  la práctica de una religión judía de manera seria y racional sin fanatismos ni supersticiones  

Ser sefardí es buscar la excelencia educativa, académica y religiosa, respetar a Di-s, amar la  vida propia y la de todos los hombres sin distinción alguna.

Ser sefardí es rechazar  el odio, la venganza y el rencor. 

Ser sefardí es ser positivo, creativo, solidario, pragmático, y respetuoso de las de los demás creencias.

En la medida en que descubramos la cultura sefardí auténtica y profunda, podremos aprender de esos grandes hombres llenos de alegría y amor por la vida.

Quizás, todos deberíamos aprender a ser un poco sefardíes, sin importar nuestra cultura, creencia o religión.